Reseña: el Valle del Viento Helado

Conocidísimo es ya R.A. Salvatore, y éstas son sus primeras novelas, publicadas en años sucesivos entre 1988 y 1990.

De entre estos autores que, como ya saben, yo llamo «de franquicia», Salvatore merece un puesto entre los de arriba del montón. Leer a Salvatore es como ver una película palomitera de Hollywood: si sabes a lo que vas, puedes pasar un buen rato. Su estilo está claramente enfocado a la acción rápida y muy visual, y sus personajes, aunque no son planos y no dejan de tener un desarrollo a lo largo de la narración, son básicamente estereotipos, ni están desarrollados psicológicamente ni poseen dobleces. El problema de las obras de Salvatore coincide con su fuerte: la abundancia de escenas de combate. Como si no pudiera imaginar otros conflictos o peligros, todo en sus obras parece resolverse mediante una lucha. Verbigracia, si los personajes viajan por mar encontrarán buen tiempo, pero serán asaltados por piratas. Como decía más arriba: Hollywood. Todas esas características ya se encuentran en sus primeras obras, que conforman la trilogía del Valle del Viento Helado.

Al parecer, su primera novela estaba escrita para continuar El pozo de las tinieblas, de Douglas Niles, pero éste ya había escrito la continuación (lo que acabaría conformando la trilogía de Moonshaes, que ya vimos aquí), y Salvatore se vio obligado a cambiar el lugar donde se ambientaba la historia. Sabiéndolo, uno no puede dejar de notar los paralelismos entre ambas historias: los bárbaros atacando los poblados al sur, el objeto mágico que convierte a un simple aprendiz en una seria amenaza, etc.

La piedra de cristal posee dos partes diferenciadas, una muy breve, que introduce ya a todos los personajes, y otra que ocurre pasados cinco años y que está centrada en la guerra causada por la gema que da nombre a la obra. Lo interesante de este libro, además de la aparición por vez primera de personajes famosísimos en los Reinos, es que logra acercarte al mundo en el que está ambientado (concretamente, la región de Diez Ciudades), a diferencia de lo que ocurre con obras anteriores de otros autores de esta franquicia.

Por su parte, Ríos de plata, que cuenta la búsqueda de Mithril Hall (la patria del enano Bruenor), me ha resultado una suerte de copia barata de El hobbit, sumándole la escena en Moria de El Señor de los Anillos: los personajes avanzan a través de terreno desconocido para ellos, encontrando descanso en parajes repletos de magia y haciendo frente a regiones tan peligrosas como el Páramo de los Trolls. Tampoco ayuda a que la narración se haga entretenida la abundancia de escenas centradas en personajes secundarios (por ejemplo, el asesino Entreri, que se convertirá en otro de sus personajes icónicos).

Por último, La gema del halfing, que cuenta el rescate de Regis (secuestrado por Entreri) resulta en una simple acumulación de problemas para llegar al sur, hasta Calimport, donde el grupo de amigos deberán enfrentarse a la cofradía de ladrones. Lo peor de todo es el larguísimo capítulo final, donde los personajes se pasan como cincuenta páginas abriéndose paso (con las armas) a través de las alcantarillas bajo la cofradía, en el propio edificio y, por si fuera poco, en el plano infernal de Tarterus. Además, la amenaza del archienemigo Entreri, que parecía tener las cosas tan seguras, acaba diluyéndose hacia el final de la obra.

El corto epílogo de esta última obra podría haber supuesto el broche a la saga de Drizzt, pero luego surgieron una trilogía para narrar sus orígenes (como ya vimos aquí) y otras muchas obras posteriores.

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