Reseña: La piel del tambor

El mismo año en que se publicó Un asunto de honor, 1995, Alfaguara publicaba la octava obra de Arturo Pérez-Reverte. Se trata de una novela de medio millar de páginas, que aunque se aparta de los usos habituales del género negro podríamos calificar de detectivesca.

La trama se centra en Quart, un sacerdote que el Vaticano envía a Sevilla para investigar un par de muertes relacionadas con una pequeña iglesia "de barrio", que se debate contra el estado de ruina. El desarrollo es pausado, con un ritmo que sólo se acelera un tanto cuando queda un tercio para el final (aunque vuelve a su cauce poco después) y una narración basada en las diversas entrevistas con los personajes que rodean el lugar.

Un punto divertido lo ponen el trío de personajes que es contratado para vigilar a Quart y asegurarse de que la iglesia no puede seguir realizando su culto, por que la verdad que son para darles de comer aparte.

Por último, también destaca la creación del universo particular del autor. Me explico: esta y otras novelas de Pérez-Reverte incluyen pequeñas referencias cruzadas, salpicando la obra con detallitos que aumentan la coherencia interna de las mismas. Así, en este caso con encontramos con una reproducción de La partida de ajedrez (el imaginario cuadro en torno al que se movía la narración de La tabla de Flandes) y oímos hablar de ciertas joyas compradas por Paco Montegrifo (el de la agencia de subastas que intentaba hacerse con dicho cuadro). Lo bueno de esas referencias es que si no has leído nada de las novelas anteriores, pasas por encima sin problemas, mas si tienes la suerte de ir descubriéndolas, su lectura es mucho más rica.

La piel del tambor no ha sido adaptada específicamente, pero su personaje dio lugar a Quart, el hombre de Roma, una serie de seis episodios protagonizada por Roberto Enríquez y con guión supervisado al parecer por el propio Pérez-Reverte. Entretenidilla, pero tampoco para lanzar cohetes.

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